"Unidos en Cristo para Evangelizar"
02 de Mayo de 2024
Quien siembra vientos, recoge tempestades
 


Es doloroso admitirlo, pero se está haciendo normal que en nuestra convivencia actúen, como dice el Salmo 27, “hombres que respiran violencia”.

De un tiempo a esta parte, se viene repitiendo una serie de hechos de violencia, que han tenido su punto culmine con la muerte de tres carabineros, en una cobarde emboscada en la comuna de Cañete.

Es nuestro deber rezar por el alma de los carabineros Carlos Cisterna Navarro, Sergio Arévalo Lobos y Misael Vidal Cid, y de sus familias.

Estos hechos, que ya no son aislados en esa zona geográfica del país, nos tienen que interpelar profundamente para buscar una respuesta al problema de fondo que estamos viviendo como sociedad. Es doloroso admitirlo, pero se está haciendo normal que en nuestra convivencia actúen, como dice el Salmo 27, “hombres que respiran violencia.

Para condenar esto es pertinente recordar lo dicho recientemente en la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas infinita sobre la dignidad humana, publicada el 8 de abril de 2024, donde señala: “34. Queriendo señalar algunas de las muchas violaciones de la dignidad humana en nuestro mundo contemporáneo, podemos recordar lo que el Concilio Vaticano II enseñó a este respecto. Hay que reconocer que se opone a la dignidad humana «cuanto atenta contra la vida – homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado». Atenta además contra nuestra dignidad «cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena» (…)”.

Por otro lado, ilustra lo debe ser nuestra pauta de actuación el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, cuando indica:

“496 La violencia no constituye jamás una respuesta justa. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y con la conciencia de su misión, «que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano».

El mundo actual necesita también el testimonio de profetas no armados, desafortunadamente ridiculizados en cada época: «Los que renuncian a la acción violenta y sangrienta y recurren para la defensa de los derechos del hombre a medios que están al alcance de los más débiles, dan testimonio de caridad evangélica, siempre que esto se haga sin lesionar los derechos y obligaciones de los otros hombres y de las sociedades. Atestiguan legítimamente la gravedad de los riesgos físicos y morales del recurso a la violencia con sus ruinas y sus muertes».

Sin embargo, lo anterior no significa quedarse inerme como sociedad. Tenemos el legítimo derecho a procurar, por todos los medios legítimos, que se persiga y castigue a los que estiman la violencia como un método válido de acción política.

La irresponsabilidad de haber sembrado la ambigüedad con relación al uso de la violencia es lo que nos tiene, desde hace un buen tiempo, en graves problemas.

El debilitamiento sistemático del Estado de Derecho por los que por su ceguera ideológica y la simpatía por la violencia, nos ha llevado a tener que sufrir colectivamente el refrán “quien siembra vientos, recoge tempestades”.

Solo la ceguera ideológica y la pusilanimidad de algunos han llevado a olvidar que es lícito el uso de la fuerza y la intervención de las fuerzas armadas, para evitar que la acción subversiva emprendida por grupos armados siga sembrando el terror y validen la ausencia del Estado en esa zona geográfica.

Pidamos a Santa María, que es Reina de la Paz, que nos proteja y nos ayude a pacificar los corazones.

Autor: Crodegango






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